viernes, 4 de abril de 2008

SEGUIMOS MUY ENCABRONADOS

¿POR QUÉ TAN ENCABRONADO? (SEGUNDA PARTE).
Anteriormente había explicado las consecuencias de la enfermedad llamada DESORDEN EXPLOSIVO INTERMITENTE. Y hemos visto como se va adueñando de nuestras vidas cada día y como así mismo va cobrando nuevas víctimas. Podemos ir dándonos cuenta de que si el DEI va deteriorando nuestra personalidad. Puede ser que en un principio solo sean pequeños desplantes de enojo que no lleguen a representar problemas, pero cuando se pierde el control un par de veces a la semana, estamos comenzando a ser presa del DEI.
¿Un par de veces por semana? Puede que esto no llame mucho nuestra atención y hasta podemos decir –hago más corajes los lunes desde que me despierto y durante el trayecto al trabajo. Pero lo cierto es que “Una persona promedio no debería tener peleas ni arranques temperamentales.”
¿No será que ya han exagerado los investigadores y han diagnosticado mal a los que padecen los síntomas del DEI y por eso ya cualquier señal de enojo puede ser catalogada como DEI? Todos podemos tener un mal día creo, pero es alarmante como cada día nos topamos con gente que es incapaz de contener su agresividad y reaccionan violentamente ante cualquier asunto, además de que no saben otra manera de solucionar las cosas.
No todos los arrebatos de enojo son creados de la misma manera. Por lo regular, encabronarse por las largas filas en el banco o al pagar servicios no significa que padezcas el DEI. Aunque el origen de nuestro enojo está plenamente justificado y esto hablando del “excelente” servicio que presta la banca en este país y no se diga algo en lo referente a la burocracia de las dependencias de gobierno a todo lo largo y ancho de México.
Otro matiz del DEI es la intensidad de la respuesta ante cualquier insulto. Puede ser exageradamente agresivo e irracional que se pierde la total perspectiva de la situación: El padre que le grita a su hijo de tres años por que derrama el refresco en el restaurante y luego arremete contra la madre porque ella intenta minimizar la situación; y sigue la cadena de eventos dañinos… los gritos de los niños asustados por la reacción del padre, las miradas incriminatorias de los demás comensales y hasta la agresión verbal a otras personas que nada tienen que ver en el asunto pero por el solo hecho de estar ahí en ese momento pueden resultar afectadas. Y esto no termina; sigue en el trayecto al vehículo familiar, dentro de él, durante el camino hasta la casa y puede durar toda la noche y a estas alturas las consecuencias y daños ya son incalculables.
El DEI nos hace perder muchas cosas, dañamos a nuestros seres queridos y hasta nuestras relaciones socio-laborales se van deteriorando. Pero más daño nos hacemos cuando nos negamos a aceptar que nuestra ira ya se salió de control y ya resultamos peligrosos hasta para uno mismo y lo malo que queremos justificar nuestros arranques violentos con discusiones cuyos argumentos valen solo para nosotros; y nos vamos envolviendo en nuestra propia mentira de que estamos bien, que nada más son momentos de enojo pasajeros, le echamos la culpa al estrés, al calor, al exceso de trabajo, al tráfico y hasta a la esposa y a un sinfín de cosas más.
Cuando estamos amenazados, las regiones sensoriales de nuestro cerebro desatan los sistemas nerviosos autónomos de la respuesta “peleas-o-peleas” en otras palabras comenzamos a actuar como fieras irracionales: Nuestro pecho aumenta de volumen, mostramos colmillos, nuestra presión arterial aumenta por el influjo de la adrenalina, nuestra transpiración también aumenta y es en este momento cuando nuestro agresor se retira o se avienta al ruedo y comenzamos la pelea. Que obviamente uno pierde y otro gana aunque las consecuencias de esta pueden ser muchas y de variadas acciones.
Los estudios han demostrado que las expresiones faciales ante una situación de agresión son diversas y la persona afectada por DEI puede confundir estas manifestaciones no detectando cuando la situación es hostil o neutral. Otro estudio demuestra que los hombres son más sensibles a las expresiones de enojo dentro de un tumulto de gente.
Las personas dan pistas a partir de sus emociones, expresiones faciales, lenguaje corporal y entonación vocal. Las personas con desordenes del carácter, se piensa que interpretan estas pistas de manera imprecisa. Se enfocan solamente en la hostilidad.
Percibir el enojo sólo es una parte de la ecuación. Cómo reaccionamos a esta amenaza es la otra. Mientras la mayoría de nosotros somos capaces de aplacar esa parte primitiva de nuestro cerebro que quiere agredir a una persona con un garrote hasta verle morir. Hay personas que no pueden lograr identificar que están pasando el límite de la cordura.
Los investigadores han llegado a demostrar y creen haber encontrado la causa de padecer el DEI en el neurotransmisor llamado SEROTONINA.
Esta sustancia, en niveles bajos, ocasiona que los lóbulos frontales de desconecten y, entonces, las partes más analíticas del cerebro terminan por confundir una señal amistosa con una amenaza.

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